domingo, 6 de mayo de 2012

Entre el Ser, Ser de Otros y Somos Lo Que Hay.

Hernández Gaytán Abraham




El cuerpo. Espacio del ser de otros. Tierra fértil donde se traza la cartografía de las rutas del poder, y al interior entre entrañas y vísceras yace pulsante el deseo,  obsesión que permea, condena y atormenta. El silencio, mar que traga y hunde en la sumisión, es sumisión que en si misma será pegamento de las piezas rotas de la estructura familiar.

Un hijo aquí, un hijo allá, padre fuera, madre e hija dentro, piezas del ajedrez público y privado, guerreros de la supervivencia caótica, síntoma propio y analizador particular de los tiempos actuales.

Amor y desamor de madre, la mujer se extiende del cuerpo y por medio de él alimenta, y en singular paradoja, la mujer es comida ella misma. Es cazadora reprimida la cocinera especialista.

Carne trémula y especias en los dientes, Sabina amasa la carne, niña-madre, loca erótica, loca por las mañanas y loca por las noches, en el gracioso andar de pureza en el vestido blanco se le cubre la lujuria, objeto de deseo del hermano incestuoso, el deseo de comerse es deseo de fundirse, naturaleza perversa de deseo caníbal. Lo placentero es lo sexual, lo es también la comida, el impulso sexual convertido en comida por medio del rito ha de ser.

Fatal premisa es que la familia ya no cuida, la escuela ya no educa, la comida ya no alcanza. El pegamento resistente se mantiene pues es mito fundante, la familia es de y para el rito. Ilusión de la ilusión, la familia deja de ser en apariencia institución de contención y apego, cumple con una única función y esta es preservar el rito.

La mujer sola es imaginada como la mujer carente, le falta algo, le falta el dador de la vida social, le falta el hombre (Lagarde, 1993).  El padre no es sólo padre, es líder, es guía y centro idealizado de las decisiones del rumbo familiar, el cazador legítimo.  A su muerte, la desolación subyace.

Padre y madre guiaron de manera peculiar, educando de forma alterna al orden social y cultural, reproduciendo en su día a día su propia estructura ermitaña llena de usos y costumbres. Es historia de tradición que los distingue y que es a su vez, lo único que poseen y que les da singularidad, es obra maestra, es ícono de supervivencia. Son lo que hay y lo que hay es el rito. Salir y cazar seres humanos, prepararlos en sincronía con el tiempo de los relojes, y al unísono comerse el cuerpo inerte elaborado por las manos femeninas.

Pero el tiempo mantiene característica inmóvil, el tiempo es sólo señal del momento futuro que castrante ha de llegar. Tiempo vuelto presión, es elemento simbólico de la necesidad de recordar el por qué de la necesidad creada e impuesta de permanecer juntos como familia. El amor familiar pierde su inmaculada significancia.

El rito presiona y castiga, el rito impone y dispone. Se cuela entre la ideología, se filtra de la idiosincrasia, llega a la familia como superestructura de la producción de alimentos, como reproducción de estructuras de la institución familiar. Aquí, discreto, el trabajo doméstico apuntala y sucumbe a la feminidad de Patricia la madre y Sabina la hija. Se construye la privacidad y domesticidad y articulando sus formas de coerción: dolor, temor, cautiverio, reclusión, exclusión, prohibición, premiación, vida-muerte (Lagarde, 1993).

Patricia cumple, Patricia enseña su cultura en base a qué es ser hombre, qué es ser mujer y las situaciones en las que se obedece. Pero la madre nunca puede ser buena, la madre es mala porque no puede cubrir real y simbólicamente los requerimientos maternos de los otros. Este incumplimiento es identificado simbólicamente con la maldad (Lagarde, 1993), Alfredo gritará: “¿Por qué me odias tanto? ¿Por qué siempre me haces a un lado?” Ella contestará “Yo no hice nada, ustedes nacieron así” En su respuesta está la negación, aparta de sí la maldad, se aleja la culpa, se distancia de la etiqueta, pero en la mente del espectador una cosa es clara, Patricia es mala pues si son caníbales y sufren todo es su culpa. El imaginario social, poseso del público cinéfilo, apunta y dispara.

Y sobre la maldad de Patricia la brujería, que le subyace en la elección de sus propios códigos ajenos a lo dominante en lo social, es la transgresión a lo prohibido. El saber prohibido le da poder, el pecho materno le da poder, su fortaleza también, pero destino de madresposa y loca ha de cumplir pues nunca ha de ser más que un hombre en casa “Yo tengo más derecho que él (Alfredo)” reclama Patricia, pero la voz es silenciada por Julián quien, “violento, engaña, y es trampa” pareciera que tiene más derecho que Patricia. La madre lucha por el reconocimiento y liderazgo “No vuelvas a decir que no he hecho nada por mi familia”, compite contra Alfredo y Julián, compite contra los estándares puestos por el difunto esposo, el rol genérico, el rol del rito, compite contra su deseo sexual, compite con las putas y compite contra Sabina, la hija que es competidora desleal, espejo de la propia mutilación (Lagarde, 1993). Loca de la punta a los pies, loca de lo simbólico a lo material, de lo genérico a lo biológico, la locura trasciende el canibalismo, Es lo que hay y lo que hay es locura, el hecho de ser mujer.

Sabina, lactada simbólicamente como carente por condición genérica es puesta a disposición de la búsqueda de lo que le falta (Lagarde, 1993). Identidad femenina fracturada resulta sin renuncia al goce, Sabina escapa callada a la opresión de ser niña-madre. “¿y tú cómo los conoces (a los del centro comercial)?” pregunta Alfredo, “Tú te la pasas detrás de la cortina, que no se te olvide con quien estás hablando” Lo anterior muestra las escapadas al mundo público fuera del cautiverio doméstico del que es presa.

En el cautiverio es aprendiz de la madre y madre de sus hermanos, los cuida, los cura y prepara sus alimentos. Como larva de madresposa Sabina mueve las redes de la jerarquía familiar instituyente “Yo no puedo ser el líder, pero si quieres te puedo ayudar”, es la renuncia para que no se sepa que ha cometido faltas a la maternidad (vista como rival y filial) y al poder. Ser lideresa atenta contra el eje normativo sexual, la institución familiar y la moral, a pesar del deseo pulsante, asegura la condición patriarcal de Alfredo y sublima al ser quien “lo ayude”. Sabina Es lo que hay, y lo que hay es cautiverio doméstico, cautiverio erótico, materno y clínico.

Alfredo se debate entre los límites de ser líder, la autenticidad, la legitimidad, el simbolismo fálico y la exigencia de ser un hombre de verdad y no fallar en el intento. El poder le es otorgado desde las enseñanzas del padre en apego distante e identificación en la madre. Pero la mala-madre le rechaza, desdén que surge en la competencia de la que no desea ser partícipe. Presenta resistencia ante la práctica caníbal, ante la comida de sus madres, éstas, heridas por su extensión narcisista, bloquean toda posibilidad instituyente, pues ellas por condición genérica descubren la amenaza que implica la supresión del rito, el rito las constituye en su rol doméstico, en la base de su feminidad, sin rito ellas dejarían de existir.

Orientación sexual difuminada subyace ante la práctica sexual homosexual, Alfredo “está vivo” y al caer en cuenta satisface a la pulsión, come carne de Gustavo, Gustavo es catexia en sí mismo, lo come a él porque se alimenta las necesidades del ello negadas, se rebela ante el rol de líder pero la culpa no se hace esperar. Su comida debe ser compartida con aquellos que lo alimentan en casa, Gustavo es objeto de deseo por doble partida: sexual y comida del rito. Pero hay comida que es venenosa y es la carne del homosexual y de las putas. Alfredo es lo que hay y lo que hay es confusión del rol.

Yo no me voy a comer a un maricón” sentencia Julián, “ahora si se te va a hacer comerte a una puta como lo hacía papá” dice Sabina a Julián. La carne de puta es contracatexia; la madre las odia y es placer prohibido, placer del padre y es perdición, placer de Julián y es machismo. La puta es para el otro en toda la extensión, es placer y es comida “si quieren viólenme”, Julián sucumbe y la madre despedaza. Julián es lo que hay y lo que hay es necesidad del falo.

La puta es amenaza, es el punto que permite que la familia se desintegre “Esas cerdas lo mataron”, “querían cogerse a mis hijos, esto es lo que les va a pasar si se vuelven a acercar a mi familia” sentencia Patricia. La puta es la otra, amenaza tortuosa de madresposa, por eso Patricia debe acabar con ellas.

Pero la madresposa es empática con la puta cuando ésta oferta su cuerpo en pro de la manutención de los hijos. Patricia se relaciona sexualmente con el taxista y lo lleva a casa, anula reactivamente asesinándolo y preparándolo para el rito. Ahora, purificado el taxista y purificada como madre lasciva, es capaz de otorgar alimento a sus hijos “Tenemos que comernos a este hombre, sólo así podemos detenerlo (a las calamidades acaecidas)”. La puta es lo que hay y lo que hay es cuerpo en satisfacción del otro.

La madre parte con su dolor y abandona a los hijos, acto de condena idiosincrática que ha de pagar frente a las putas, tropa de mujeres que sabedoras de su papel relegado frente a la madresposa, dan al espectador la lección de que la mala-madre debe ser castigada.

Estas vivo” simbolismo de la autonomía en Somos Lo Que Hay. El cuerpo es tierra fértil y más fértil es considerado el de la mujer “Alguien tiene que sobrevivir, es por el rito”. Alfredo-vivo prueba los sabores del ello en boca de Gustavo, es turno de Sabina la fértil, la que es sobreviviente por condición genérica, la que ha de criar y transmitir sus costumbres y tradiciones a sus hijos. Por eso es atacada por Alfredo, quien en su acto caníbal cimienta las bases victimizantes en su hermana para que ella sea compadecida y pueda sobrevivir.

La institución narcisa no ha de dejar morir su obra, “está viva” y Sabina es quien debe perpetuar el rito, no pueden hacerlo ni Julián ni Alfredo porque padres hay muchos, pero madres, y madre como Sabina lo fue, es y será, sólo hay una.


Son lo que hay y lo que hay es institución.





Análisis de la película de Jorge Michel Grau "Somos Lo Que Hay" para la asignatura Psicología y Género en la Licenciatura en Psicología del Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud Unidad Santo Tomás, escrito por Abraham Hernández Gaytán, con aportaciones de Rodrigo del Ángel (IPN-CICS), Hazel Quinto (IPN-CICS) y Arlet Díaz de León (UNAM-MX).