viernes, 20 de marzo de 2015

Cumplir 25: Me ahogo con una letra de la sopa de letras.



Lo supe en ese momento: La falla del cuerpo estaba en no poder integrar algo a través de la comida. Comencé a toser e intentar sobrevivir y ahora puedo decirlo: Me ahogo con una letra de la sopa de letras.

Común no es. Cotidiano sería, por ejemplo, morir atropellado o en medio de las balas cruzadas que viajan libremente por los aires mexicanos, pero no, yo me ahogo con una letra de la sopa de letras.

Me ahogan las letras, también las palabras, al no saber la diferencia teórica que para Lacan implica la cadena significante que entre ellas se enuncia.

Me ahogan las reglas de las palabras. Maestro de ortografía y redacción que ha decidido sumergirse entre los vértices de la Real Academia Española, el fracaso de la educación en México y la inspiración que en su ausencia solo anuncia la deflación de un deseo por ejercer la psicología clínica. 

Me pre-ocupa, para quedar en el pre y nunca en el indicativo.

¿Y esto qué indica?

Cumplo 25 años. Un cuarto de siglo donde he pasado de la rama cognitivo conductual recalcitrante, coquetearle al sistémico y comulgar con la perspectiva de género. Ahora, intento pasar los bocados de letra con un vaso de psicoanálisis, que a pesar de su carácter líquido, no fluye libremente en  mi entendimiento.

Al psicoanálisis hay que quererlo, dejarse acariciar por él para estar advertido de su empuje que corta, y a veces, en su carácter constante, hiere más de lo que uno cree prevenir cuando paga la sesión.

Por eso estoy aquí, a mis 25 años, con un título de psicólogo que espera una distracción de mi procrastinación (y ahora mismo me pregunto si este es el sustantivo correcto de lo que quiero expresar).

Esa es la duda: La palabra correcta en el contexto correcto. La duda no es el término, la duda es tener certeza de estar en lo correcto. Esa es la cruz del obsesivo, que como yo, espera que no se le vaya el tiempo en las cosas equivocadas.

Pensar.

Pensar en lo que vino y lo que fue, pienso en lo que vendrá ¿Qué vendrá? Mi acercamiento a los 30 y la imperecedera sensación del desperdicio. Me deshago, literalmente, es el guiño que me hago al cuerpo.

Deshacerse y desasirse: soltar al fin y al cabo cuando el fin no se lleva a cabo ¿Cuál es el fin?

Así puedo pasar horas, “retorciendo palabras de amor, intentando que quieran decir lo que yo no me atrevo”. Pero, lo que no se dice se expresa a través del cuerpo ¿Qué es un cuerpo para el psicoanálisis? El ser y el cuerpo del sujeto no son lo mismo aunque en esa ilusión el imperio de la imágenes me quiera entrampar.

Las trampas del deseo.

Lo inalcanzable en su extensión infinita y solo delimitada por los efectos. Si antes me conocía por mis formas particulares de goce ahora me queda claro que eso es justo lo que quiero desconocer “¿Quién soy yo?” – Léase con voz trémula de “La Pantera de Figueras”.

“Volver al deseo” Eso sugería Gerardo Arenas hace unos días en la universidad de la monjita subversiva. Quizá necesito un tutorial de Youtube, como ese que justamente me enseñó a preparar la sopa de letras con la que casi me ahogo. Y en el casi, está lo imposible.

¿Sobreviviré a mi propio proceso de integrar cosas al cuerpo, o bien, a integrar un cuerpo?
Piezas sueltas, pues, el punto es saber de qué soltarse.