martes, 25 de diciembre de 2012

2012, el año de la resurrección


A decir de las interpretaciones de las profecías mayas, era prácticamente improbable que llegara a ver este día y que tuviera un momento de paz y tranquilidad en él, con un humante cigarro al lado que con dinamita y más de mil venenos se consume.

Fue dos mil doce, el año del renacimiento. Equivocados no estaban los antiguos, un ciclo acabó y empezó uno nuevo. Al final, todo salió como esperaba a excepción de que me perdí el fin del mundo en Chichen Itzá y con ello la oportunidad de ver meteoritos donde cinco guerreras y el novio de una de ellas intentaran desviar su desenfrenado viaje directo hacia la Tierra.

2011, año de la destrucción. Me dediqué por entero al caos y sus múltiples máscaras, al desgaste de la energía, a las confusiones del espacio-tiempo, a la caza de corazones puros, a empañar espejos de los sueños y dar por hecho que nunca un resplandor podría hacer brillar la Vía Láctea. Fue el año de Sailor Galaxia, legendaria guerrera de fortaleza aparente, empecinada en conseguir una sola Semilla Estelar de fugaz pero atractivo brillo. Fue el año en el que se forjó la guerrera cobarde.

Inició 2012 casi sin darme cuenta, casi sin querer, casi sin ganas. Era la máquina del conformismo absoluto y la corbata perfecta, la comodidad de la apariencia y la aparente comodidad. Pero allí estaba el inicio del cambio: cuatro paredes, el refugio de la traumática existencia que alberga un consultorio psicológico. Paredes que todo lo oyen, paredes de la pobreza educativa y la flexible ética. Clínica de Atención y Prevención Psicológica del Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud, Unidad Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional, con su estudiante estrella a punto de estrellarse en atención psicológica a población infantil.

Profesora de voz aguda, mirada penetrante, imperante es su adjetivo. Revisión meticulosa, supervisión rigurosa, “¿Por qué no dejaste que el niño llorara? ¿Qué te mueve que el niño llore?”. La frase que apuntó a matar. Lágrimas y resistencias, un expediente por hacer y el mismo por siempre postergar. Desorganización, planes de sesión, la total falta de acción.

“Llevas cuatro sesiones sintiéndote cada vez peor, creo que lo mejor es que después de diez años trabajes con un nuevo terapeuta, llevamos mucho tiempo juntos y esto ya no está funcionando”, dijo Delia, la mujer licenciada en Psicología que puede escribir mi biografía.

Tiempo de las separaciones. Primero, uno de mis mejores amigos desde el año 2000, compañero de fiestas, descubrimientos y experiencias, el adiós un conflicto por el objeto de deseo, por ese resplandor fugaz que no le iba a permitir obtener. Traición, capricho o pretexto, no lo sé aún pero desde marzo no hemos vuelto a hablar. Adiós amigo, fue un placer.

Tiempo de las separaciones. Segundo, la conformidad vuelta relación que no soportó mi dramatismo. Agradecido estoy con su recuerdo y apoyo pero dejarnos fue lo mejor.

Tiempo de las separaciones. Tercero, mi psicoterapeuta. Nunca acabaré de agradecer todo lo que aportó a mi vida y las bases que dejó para que por fin pudiera ser feliz, Delia mi pieza clave. Difícil fue comprender que al final no era tan indispensable. De nueva cuenta, dejarnos fue lo mejor.

Pero entre el caos de repente, entre partículas doradas y luces de neón, entre sensaciones pop y cuerpos calientes pude ver una luz. ¿Qué es ese resplandor? Es la Luz de la Esperanza, Señora Galaxia. Era el amor de mi vida, el hombre con el que planeo casarme, aunque claro, entonces no lo sabía. Pero el amigo que nos presentó decidió irse y por alguna extraña razón yo no quise dejar al desconocido que tenía enfrente.

Arquitectura no efímera comenzó a construirse esa noche. Rabioso fue su beso como la canción que sonaba en ese momento, purísimo deseo brindó el escenario que curiosamente lleva el mismo nombre. Con ganas furtivas, sudor y saliva vimos amanecer.

Al irse por la mañana, tan sólo escribí lo siguiente:

“Nos besamos bailando en medio del lugar; la música ya iba llegando al último compás”.

Sí Tiko, ya sabes que es sumamente cursi y predecible citar a “El Baile y el Salón” pero ¿qué más da musicalizar los momentos si con ello se vuelven universales?

Ahí estábamos los dos, dos hombres con cerveza en mano y cigarros en el pantalón, con esos gestos que resultan de vidas que deberían ser satisfactorias y día a día no lo son. Los dos solos con la monotonía a cuestas, sé que al estar allí nuestros ojos se dispusieron a cazar.

Estaban los cuerpos perdiéndose el respeto entre neones y música de Shakira, meseros que transportan viajes de escape de la rutina en cajas de cartón, las gotitas de calor sobre la piel y nuestras ganas de ser de otro, de vernos envueltos de casualidad nocturna, esas  ganas licántropas de aventura y derroche.

El chico no era alguien espectacular. Era uno de esos adultos de aspecto cansado que resultan inverosímiles por su escasa edad. Recuerdo su peinado gracioso y la mirada poco amigable. Era de esos chicos que no llaman la atención a simple vista, un gay más dentro del gayinero.

Pero así son las cosas y esto del histrionismo entrena al histérico a desarrollar habilidades de investigación sobre la vida y obra de la persona seleccionada para poder descartar así la hipótesis acerca de la posibilidad de satisfacer mis pulsiones del ello en su cuerpo.

Quise conocerte. Te conocí y terminé conociendo un poco más de lo que en la vida quiero. No sé si volveré a verle, pero lo que sé es que eso… eso es lo que quiero.

Dice la sabiduría popular que “cuando te toca, te toca, y cuando no, aunque te pongas”, y en efecto, prueba somos de su certeza. Pero la vida trae dificultades, titanes tan grandes como uno quiera hacerlos. Me saludó de frente el monstruo que vive entre las sábanas. Fue el tiempo de pedir ayuda, psicoanalista de orientación lacaniana y escucha activa dos veces por semana. Agradecido estoy por su falta de tacto y sus palabras mortíferas, ayudó a ordenar mi caos, controlar mi destrucción, parar la coreografía del baile de máscaras, del traje del emperador pude darme cuenta al fin.

Ética para amar, ética para escuchar, ética para construir. Los nuevos poderes del Cristal de Plata y los planetas de las Sailor.

Amigas nuevas vinieron, nuevas profesoras y nuevos conflictos. Verónica, Maritza, Ivonne, Elizabeth y mi inseparable Hazel, compañeras de viaje en el último semestre de la licenciatura. Brenda, profesora a la que nada le queda claro y todo le parece extraño. Nuevos pacientes, nuevas historias, nuevas resistencias. La psicología es la ciencia del devenir de las causas y sus efectos en espiral.

El diván, el amor y la amistad, mis grandes aliados en 2012, ingredientes de la receta para ser feliz y para cuestionármelo todo.

Tiempo de cierres. Nueve semestres de licenciatura, la carrera que parecía no terminar ya por fin culminó. Me quedo con el aprendizaje, los buenos momentos y sus malas noticias. Me gradúo como psicólogo, el camino aún es largo pero con la certeza de que no estaré solo, allí estarán las personas que me marcaron en 2012.

Este año también leí el manga de Sailor Moon por fin. Me doy cuenta de que antes no estaba preparado para leerlo. Sailor Cosmos limita a Sailor Chibi Moon para decirle que deje a Eternal Sailor Moon enfrentarse a esa batalla, a la batalla final que es contra sí misma, contra su miedo al Caos. Todo renace en la Estrella Cero de Cordon, o el Caldero, no importa cómo se llame. La línea que separa al Río del Olvido y el Recuerdo es tan sólo la significancia misma, la percepción, apercepción, asimilación y acomodación.

Sailor Cosmos por fin puede ser libre de sí misma para poder ver cómo renace el mundo y ella con él. Lo siento Sailor Galaxia, la verdad es que este no fue tu año, aprendimos que no es necesario encerrar al Caos en tu cuerpo. La luz y la oscuridad se atraen mutuamente y en cada renacer persisten, no puedes ser tan sólo oscuridad. Ya lo dijo Saturn: “Es hermoso el sufrimiento antes de la destrucción... Con el fin siempre llega la esperanza y la resurrección. Soy la Sailor que trae la muerte y la destrucción para que exista el renacimiento”. Y hoy puedo contestar Galaxia a tu trascendental pregunta “¿Qué es ese resplandor?” Se llama esperanza y resurrección, es dejar de querer saber hacer y tan sólo hacer, se llama no querer ser Todo, se llama no buscar placer en la degradación, se llama ética, también respeto, se llama no castigar con la verdad y ser amoroso. Eso Galaxia, es luchar verdaderamente por el amor y la justicia.

Ya lo dijo Sailor Moon “Si eres una Sailor Scout como nosotras, debes de comprender nuestras palabras”. Sailor Galaxia seguirá existiendo, aquí, en mi vida cotidiana y en los ciento cuarenta caracteres, pero ya no con el Caos por dentro, porque por el momento descansa en plena paz.

Gracias 2012, uno de los mejores años de mi vida. Gracias Ignacio, Vero, Hazel, Maritza, Luis, Ivonne, Eli, Laura, mamá, papá, Natalia, Javier, Alejandra, Carlos, Toño, Rodrigo, Manuel, Adriana, Brenda, Angélica, Delia, Chucho, Alejandro, Isaac y sobre todo Bishop, por ser parte de estos 365 días.

Aquí te espero, 2013, nos vemos.