Lo supe en ese momento: La falla del cuerpo estaba en no
poder integrar algo a través de la comida. Comencé a toser e intentar sobrevivir
y ahora puedo decirlo: Me ahogo con una letra de la sopa de letras.
Común no es. Cotidiano sería, por ejemplo, morir atropellado
o en medio de las balas cruzadas que viajan libremente por los aires mexicanos,
pero no, yo me ahogo con una letra de la sopa de letras.
Me ahogan las letras, también las palabras, al no saber la
diferencia teórica que para Lacan implica la cadena significante que entre
ellas se enuncia.
Me ahogan las reglas de las palabras. Maestro de ortografía
y redacción que ha decidido sumergirse entre los vértices de la Real Academia
Española, el fracaso de la educación en México y la inspiración que en su
ausencia solo anuncia la deflación de un deseo por ejercer la psicología clínica.
Me pre-ocupa, para quedar en el pre y nunca en el indicativo.
¿Y esto qué indica?
Cumplo 25 años. Un cuarto de siglo donde he pasado de la
rama cognitivo conductual recalcitrante, coquetearle al sistémico y comulgar
con la perspectiva de género. Ahora, intento pasar los bocados de letra con un
vaso de psicoanálisis, que a pesar de su carácter líquido, no fluye libremente
en mi entendimiento.
Al psicoanálisis hay que quererlo, dejarse acariciar por él
para estar advertido de su empuje que corta, y a veces, en su carácter constante,
hiere más de lo que uno cree prevenir cuando paga la sesión.
Por eso estoy aquí, a mis 25 años, con un título de
psicólogo que espera una distracción de mi procrastinación (y ahora mismo me
pregunto si este es el sustantivo correcto de lo que quiero expresar).
Esa es la duda: La palabra correcta en el contexto correcto.
La duda no es el término, la duda es tener certeza de estar en lo correcto. Esa
es la cruz del obsesivo, que como yo, espera que no se le vaya el tiempo en las
cosas equivocadas.
Pensar.
Pensar en lo que vino y lo que fue, pienso en lo que vendrá
¿Qué vendrá? Mi acercamiento a los 30 y la imperecedera sensación del desperdicio.
Me deshago, literalmente, es el guiño que me hago al cuerpo.
Deshacerse y desasirse: soltar al fin y al cabo cuando el
fin no se lleva a cabo ¿Cuál es el fin?
Así puedo pasar horas, “retorciendo palabras de amor,
intentando que quieran decir lo que yo no me atrevo”. Pero, lo que no se dice se
expresa a través del cuerpo ¿Qué es un cuerpo para el psicoanálisis? El ser y
el cuerpo del sujeto no son lo mismo aunque en esa ilusión el imperio de la
imágenes me quiera entrampar.
Las trampas del deseo.
Lo inalcanzable en su
extensión infinita y solo delimitada por los efectos. Si antes me conocía por
mis formas particulares de goce ahora me queda claro que eso es justo lo que
quiero desconocer “¿Quién soy yo?” – Léase con voz trémula de “La Pantera de
Figueras”.
“Volver al deseo” Eso sugería Gerardo Arenas hace unos días
en la universidad de la monjita subversiva. Quizá necesito un tutorial de
Youtube, como ese que justamente me enseñó a preparar la sopa de letras con la
que casi me ahogo. Y en el casi, está lo imposible.
¿Sobreviviré a mi propio proceso de integrar cosas al cuerpo,
o bien, a integrar un cuerpo?
Piezas sueltas, pues, el punto es saber de qué soltarse.