"Es hermoso el sufrimiento antes de la destrucción...
Con el fin siempre llega la esperanza y la resurrección. Soy la Sailor que trae
la muerte y la destrucción para que exista el renacimiento".
Sailor
Saturn. (Bishoujo Senshi Sailor Moon, Manga Tomo 10)
Ahora lo comprendo todo, yo tenía que tocar que fondo.
Tenía que adentrarme en la destrucción, vivir en ella, o más bien, sobrevivir con
ella.
Cristal de Plata en las manos, en la boca y en las maneras,
protegido siempre, inseguro casi siempre.
Nada le puede pasar al que todo controla, al que todo lo
sabe, al que siempre trata de ser amable. Cristal de Plata cuyo poder se
acrecienta cuando se acompaña de las amigas, las que te celebran la fortaleza.
Pero el arma ya me apuntaba, ya lo sabía yo y también lo
sabían las amigas. No sólo era hermoso el sufrimiento antes de la destrucción,
estaba lleno de placer efímero, artificial, superficial.
Así se disfrazan los monstruos que viven bajo la cama, sobre
ella y al lado de ella. El arma seguía apuntando con las balas de salva
gastadas. Sonido de gatillo fueron las palabras, ahora ya jugaba palillos
chinos con la suerte, el destino y la Alabarda del Silencio.
No todo estaba perdido, yacía en algún lugar La Luz de la
Esperanza. Era ese resplandor, ese sueño
premonitorio que avisa de los Enviados. Era esa calidez en el corazón. Ese
resplandor ya tenía ojos, nombre y apellido, pero como toda Sailor Scout, tenia
que despertar a su momento, a su ritmo, a la causalidad y a las coincidencias.
Sailor Saturn explica en el manga que su despertar se debió
a tres factores: Su cuerpo robótico que vence a la muerte, el papel de la ciencia y el saber de Tomoe y
que la puerta al Otro Mundo fue abierta.
Yo también debía despertar, debo reconocer los factores siguientes:
La fragilidad del niño que llegó a mi consulta y en quien me vi a la misma
edad, las grietas de la apariencia, la ya poca efectividad de la Pluma Mágica y
la presencia de ese resplandor.
Se despertó en mí ese deseo de la resurrección. Una a una,
sesiones psicoanalíticas de desmontajes de discursos. Me adentré en las
profundidades marinas y en el reflejo submarino, en él vi la vacuidad de mi
vida, el descontrol del Caos, la estupidez de encerrarlo en el propio cuerpo, la
fantasía de vivir como Sailor Galaxia.
La resurrección siempre estuvo allí, una resurrección que
callada, expectante, tan sólo miraba las aristas del caos, los detalles de las
máscaras y sus invitados al baile con las coreografías de la perfección, de los
altos estándares, los reflejos del Espejo Negro, el centro del odio y
sufrimientos.
El odio era que yo sabía y los demás no, que la psicología que
estudio son unos lentes que nunca pueden quitarse y que a nadie se debe obligar
a ponerse. Pero ya lo había hecho y los odiaba por que ellos no lo hacían,
porque me daba cuenta, porque era psicoanalizado y los demás tan sólo eran
encarnaciones de queja sin energía de activación para el cambio. La rumiación era
el sufrimiento.
Pero ese resplandor se hacía más fuerte, tomaba todas las
formas desconocidas del amor que yo creía conocer. En el sueño premonitorio me
llamaba hacia él. Pero no había misiones, no me pedía que encontrara a nadie o
que protegiese algo, tan sólo estaba allí, creciendo, se acercaba, sin embargo
esta vez no era El Silencio, era el llamado a la vida, a la resurrección.
Por increíble que parezca nunca había pensado que lo
contrario a la destrucción no es el renacimiento sino la construcción. A eso me
incitaba la voz del hombre soñado, a construir, sólo eso, con él, sin
sacrificios de vida, sin obligaciones de reciprocidad. Libre.
La Luz de la Esperanza es también una espada, es una espada
que corta y separa en el antes y el después. Su presencia cortó de tajo con los
artificios de más de veinte años, porque – como a él le gusta explicarlo – es la
otra parte del andrógino ¿De qué sirve el recuerdo de los anteriores cuando se
ha encontrado a aquella otra parte anhelada?
Sirve para agradecer que fueron el camino que me llevó
aquella noche a conocerlo y volverlo a ver, sirve para mantener presente que
sin sus baches nunca habría aprendido a no retorcer palabras de amor. Sus
semillas estelares, de fugaz resplandor, me enseñaron a no construir edificios
que no durarán.
Pero tras la aparición de Saturn en el manga se reconstruyen
los edificios, Saturn permitió que despertaran nuevos poderes de la Princesa
Serena. Con él me siento dispuesto a construir edificios que durarán, no más
pequeñas edades de hielo en sentido estricto, que aunque fue la canción que nos
unió, también permite un “No sé qué me das” de Fangoria.
No ha sido fácil, el proceso psicoanalítico lacaniano no ha
sido un Cristal de Plata que me siga permitiendo creer que soy capaz de todo
como fue la psicoterapia que tomé una década, ha ido más allá, me permitió
darme cuenta de que no quiero ser una “hermosa y generosa” Reina Neherenia que
para sobrevivir utiliza lo sueños de los demás para su propia perversión basada
en apariencias, no yo no soy así, ya no soy así.
Últimamente para entenderme en lo profundo tengo que
replantearme todo Sailor Moon. He tenido que entender por qué elegí a Sailor
Galaxia y no a cualquier otra.
Sailor Saturn es la Sailor que trajo la muerte y la
destrucción, y en mi vida, trajo estos dos conceptos al interior del
consultorio para que me enfrentara a ellos en mi propia Guerra de las Sailors,
esa que se desarrollaba en el espacio entre el psicoanalista y mis palabras.
Sailor Galaxia siempre fue fuerte y resiliente, lo es y
tengo por seguro que lo será. He controlado al Caos, lo dejé libre para que
regresara al lugar donde pertenece que es a todas y cada una de las personas
que habitan este mundo. Tengo mi propio caos, mis propios síntomas y mi propio
discurso.
Y sí, Sailor Saturn es la Sailor que trajo la muerte y la
destrucción, pero lo trajo para que exista el renacimiento, por eso le
agradezco que en la inconsciencia, esa Luz de la Esperanza, ese andrógino
incompleto también me haya buscado, porque yo también lo buscaba a él “¿Qué es
ese resplandor?” Ahora sé la respuesta querida Sailor Galaxia, es él, es el
amor, el Enviado, ya no del Mal o del Bien, tan solo él.
Ahora sé que el amor no es muerte y que para vivirlo no se
tiene que entregar la vida entera en ello. Sé que ya no soy una “guerrera
cobarde” como hace unos meses, ahora sé que el amor es compartir la vida, es construirla
al lado de las personas que se aman, y que el amor, más allá del amor
narcisista donde la reciprocidad es la apariencia más común, radica en saber y
actuar con base en que no se da lo que no se tiene, porque el hacerlo es aparentar
y de eso ya estoy cansado. También sé que el decir de lo que se carece es
ponerle ética al amor. Me hacía falta.
Aún no sé qué tengo para dar, aún tengo que construir en lo
personal muchas cosas, pero en eso estoy. Ya es miércoles, ya toca sesión a las
dos de la tarde y la de él es a las cuatro ¿Qué tenemos? No lo sé, pero sé que
ya estamos construyendo y que de lo poco que tengo él es parte. No sé si tengo
mucho amor o poco, pero lo que tengo, es para él.
Te amo, es lo más sincero que puedo decirte, para mí haz
hecho que vuelva a brillar por completo La Vía Láctea “por eso no me rendiré,
jamás lo haré”.