miércoles, 1 de agosto de 2012

El despertar de la Destrucción y el Renacimiento



"Es hermoso el sufrimiento antes de la destrucción... Con el fin siempre llega la esperanza y la resurrección. Soy la Sailor que trae la muerte y la destrucción para que exista el renacimiento".

Sailor Saturn. (Bishoujo Senshi Sailor Moon, Manga Tomo 10)



Ahora lo comprendo todo, yo tenía que tocar que fondo.

Tenía que adentrarme en la destrucción,  vivir en ella, o más bien, sobrevivir con ella.

Cristal de Plata en las manos, en la boca y en las maneras, protegido siempre, inseguro casi siempre.

Nada le puede pasar al que todo controla, al que todo lo sabe, al que siempre trata de ser amable. Cristal de Plata cuyo poder se acrecienta cuando se acompaña de las amigas, las que te celebran la fortaleza.

Pero el arma ya me apuntaba, ya lo sabía yo y también lo sabían las amigas. No sólo era hermoso el sufrimiento antes de la destrucción, estaba lleno de placer efímero, artificial, superficial.

Así se disfrazan los monstruos que viven bajo la cama, sobre ella y al lado de ella. El arma seguía apuntando con las balas de salva gastadas. Sonido de gatillo fueron las palabras, ahora ya jugaba palillos chinos con la suerte, el destino y la Alabarda del Silencio.

No todo estaba perdido, yacía en algún lugar La Luz de la Esperanza.  Era ese resplandor, ese sueño premonitorio que avisa de los Enviados. Era esa calidez en el corazón. Ese resplandor ya tenía ojos, nombre y apellido, pero como toda Sailor Scout, tenia que despertar a su momento, a su ritmo, a la causalidad y a las coincidencias.

Sailor Saturn explica en el manga que su despertar se debió a tres factores: Su cuerpo robótico que vence a la muerte,  el papel de la ciencia y el saber de Tomoe y que la puerta al Otro Mundo fue abierta.

Yo también debía despertar, debo reconocer los factores siguientes: La fragilidad del niño que llegó a mi consulta y en quien me vi a la misma edad, las grietas de la apariencia, la ya poca efectividad de la Pluma Mágica y la presencia de ese resplandor.

Se despertó en mí ese deseo de la resurrección. Una a una, sesiones psicoanalíticas de desmontajes de discursos. Me adentré en las profundidades marinas y en el reflejo submarino, en él vi la vacuidad de mi vida, el descontrol del Caos, la estupidez de encerrarlo en el propio cuerpo, la fantasía de vivir como Sailor Galaxia.  

La resurrección siempre estuvo allí, una resurrección que callada, expectante, tan sólo miraba las aristas del caos, los detalles de las máscaras y sus invitados al baile con las coreografías de la perfección, de los altos estándares, los reflejos del Espejo Negro, el centro del odio y sufrimientos. 

El odio era que yo sabía y los demás no, que la psicología que estudio son unos lentes que nunca pueden quitarse y que a nadie se debe obligar a ponerse. Pero ya lo había hecho y los odiaba por que ellos no lo hacían, porque me daba cuenta, porque era psicoanalizado y los demás tan sólo eran encarnaciones de queja sin energía de activación para el cambio. La rumiación era el sufrimiento.

Pero ese resplandor se hacía más fuerte, tomaba todas las formas desconocidas del amor que yo creía conocer. En el sueño premonitorio me llamaba hacia él. Pero no había misiones, no me pedía que encontrara a nadie o que protegiese algo, tan sólo estaba allí, creciendo, se acercaba, sin embargo esta vez no era El Silencio, era el llamado a la vida, a la resurrección.

Por increíble que parezca nunca había pensado que lo contrario a la destrucción no es el renacimiento sino la construcción. A eso me incitaba la voz del hombre soñado, a construir, sólo eso, con él, sin sacrificios de vida, sin obligaciones de reciprocidad. Libre.

La Luz de la Esperanza es también una espada, es una espada que corta y separa en el antes y el después. Su presencia cortó de tajo con los artificios de más de veinte años, porque – como a él le gusta explicarlo – es la otra parte del andrógino ¿De qué sirve el recuerdo de los anteriores cuando se ha encontrado a aquella otra parte anhelada?

Sirve para agradecer que fueron el camino que me llevó aquella noche a conocerlo y volverlo a ver, sirve para mantener presente que sin sus baches nunca habría aprendido a no retorcer palabras de amor. Sus semillas estelares, de fugaz resplandor, me enseñaron a no construir edificios que no durarán.

Pero tras la aparición de Saturn en el manga se reconstruyen los edificios, Saturn permitió que despertaran nuevos poderes de la Princesa Serena. Con él me siento dispuesto a construir edificios que durarán, no más pequeñas edades de hielo en sentido estricto, que aunque fue la canción que nos unió, también permite un “No sé qué me das” de Fangoria.

No ha sido fácil, el proceso psicoanalítico lacaniano no ha sido un Cristal de Plata que me siga permitiendo creer que soy capaz de todo como fue la psicoterapia que tomé una década, ha ido más allá, me permitió darme cuenta de que no quiero ser una “hermosa y generosa” Reina Neherenia que para sobrevivir utiliza lo sueños de los demás para su propia perversión basada en apariencias, no yo no soy así, ya no soy así.

Últimamente para entenderme en lo profundo tengo que replantearme todo Sailor Moon. He tenido que entender por qué elegí a Sailor Galaxia y no a cualquier otra.

Sailor Saturn es la Sailor que trajo la muerte y la destrucción, y en mi vida, trajo estos dos conceptos al interior del consultorio para que me enfrentara a ellos en mi propia Guerra de las Sailors, esa que se desarrollaba en el espacio entre el psicoanalista y mis palabras.

Sailor Galaxia siempre fue fuerte y resiliente, lo es y tengo por seguro que lo será. He controlado al Caos, lo dejé libre para que regresara al lugar donde pertenece que es a todas y cada una de las personas que habitan este mundo. Tengo mi propio caos, mis propios síntomas y mi propio discurso.

Y sí, Sailor Saturn es la Sailor que trajo la muerte y la destrucción, pero lo trajo para que exista el renacimiento, por eso le agradezco que en la inconsciencia, esa Luz de la Esperanza, ese andrógino incompleto también me haya buscado, porque yo también lo buscaba a él “¿Qué es ese resplandor?” Ahora sé la respuesta querida Sailor Galaxia, es él, es el amor, el Enviado, ya no del Mal o del Bien, tan solo él.  

Ahora sé que el amor no es muerte y que para vivirlo no se tiene que entregar la vida entera en ello. Sé que ya no soy una “guerrera cobarde” como hace unos meses, ahora sé que el amor es compartir la vida, es construirla al lado de las personas que se aman, y que el amor, más allá del amor narcisista donde la reciprocidad es la apariencia más común, radica en saber y actuar con base en que no se da lo que no se tiene, porque el hacerlo es aparentar y de eso ya estoy cansado. También sé que el decir de lo que se carece es ponerle ética al amor. Me hacía falta.

Aún no sé qué tengo para dar, aún tengo que construir en lo personal muchas cosas, pero en eso estoy. Ya es miércoles, ya toca sesión a las dos de la tarde y la de él es a las cuatro ¿Qué tenemos? No lo sé, pero sé que ya estamos construyendo y que de lo poco que tengo él es parte. No sé si tengo mucho amor o poco, pero lo que tengo, es para él.

Te amo, es lo más sincero que puedo decirte, para mí haz hecho que vuelva a brillar por completo La Vía Láctea “por eso no me rendiré, jamás lo haré”.